viernes, 11 de marzo de 2016

SEGUNDO TEXTO - A partir del siglo XVII - By J.K. Rowling



Cuando los nomagos Europeos empezaron a emigrar al Nuevo Mundo, también hubo magos y brujas de origen Europeo que se dirigieron a América a instalarse. Al igual que sus compatriotas nomagos, tenían todo tipo de razones por las que dejar sus países. A algunos les empujaba el sentido de la aventura, pero la mayoría huía de algo: de nomagos hostiles, de otro mago o bruja, pero también de las autoridades mágicas. Estos últimos buscaban pasar desapercibidos entre las oleadas de nomagos, o esconderse entre la población mágica india, que en general se alegraba de dar la bienvenida y proteger a sus hermanos europeos.

Sin embargo, desde el principio quedó patente que la vida para magos y brujas en el Nuevo Mundo iba a ser mucho más dura que en el Viejo Mundo. Y esto se debía, principalmente, a tres razones:

En primer lugar, al igual que los nomagos, habían llegado a un continente con muy pocas comodidades, excepto las que fabricaban ellos mismos. En su país de origen no tenían más que acercarse a la botica para encontrar todo lo que necesitaban para las pociones. Aquí, tenían que buscar ingredientes entre plantas mágicas que desconocían. No había fabricantes de varitas establecidos y el Colegio Ilvermorny de Magia y Hechicería, que un día se convertiría en uno de los colegios de magia más importantes del mundo, no era más que una casucha con dos profesores y dos estudiantes.

En segundo lugar, las acciones de los nomagos colonos conseguían que la población no mágica de la mayoría de los países natales de los magos pareciese encantadora. Los emigrantes no solo libraban guerras contra la población nativa, lo cual afectó seriamente a la unidad de la comunidad mágica, sino que, además, dadas sus creencias religiosas eran muy intolerantes ante cualquier indicio de magia. Los puritanos no pestañeaban al acusarse los unos a los otros de hechicería, sin apenas pruebas, así que los magos y brujas del Nuevo Mundo hacían bien en desconfiar de ellos.

Por último, el que probablemente fuese el mayor peligro al que tuvieron que enfrentarse los magos al llegar a Norteamérica, los rastreros. Como la comunidad mágica en América era pequeña, dispersa y muy hermética, no disponía de ningún cuerpo de seguridad propio. Esto dejó un vacío que fue llenado por una banda sin escrúpulos de mercenarios mágicos de muchas nacionalidades, banda que formó un comando brutal y temido dedicado a dar caza no solo a criminales, sino a cualquiera a cambio de oro. Año tras año, los rastreadores se fueron volviendo más corruptos. Lejos de la jurisdicción de sus gobiernos mágicos nativos, muchos se excedían en el uso del poder y en una crueldad que no estaba justificada por la misión. Disfrutaban con los derramamientos de sangre y las torturas, e incluso llegaron a traficar con sus camaradas magos. El número de rastreros se multiplicó a lo largo y ancho de América a finales del siglo XVII y hay pruebas de que hicieron pasar a nomagos inocentes por magos con tal de cobrar recompensas de ingenuos miembros de la comunidad no mágica.

Los famosos juicios por brujería de Salem de 1692 y 1693 devastaron a la comunidad mágica. Los historiadores mágicos coinciden en que entre los supuestos jueces puritanos había, al menos, dos rastreros que esperaban librarse de las enemistades que se habían granjeado en América. Buena parte de las sentenciadas sí eran brujas, pero plenamente inocentes de los crímenes de los que las acusaron. Los demás eran simples nomagos que tuvieron la mala suerte de verse envueltos en la histeria y sed de sangre del momento.

Los hechos de Salem afectaron a la comunidad mágica más allá de aquellas muertes trágicas. El efecto inmediato de los juicios fue que muchos magos y brujas huyeron de América, y muchos más decidieron no emigrar al nuevo continente. Esto supuso una interesante fluctuación en la población mágica de Norteamérica, en comparación con las poblaciones de Europa, Asia y África. Hasta la primera mitad del siglo XX, había muchos menos magos y brujas entre la población americana que en los otros cuatro continentes. Las familias de sangre pura, quienes se mantenían al tanto de las actividades de tanto puritanos como rastreros a través de los diarios del mundo mágico, apenas emigraron a América. Eso dio pie a que en el Nuevo Mundo hubiese un mayor porcentaje de magos y brujas de familias nomagas. Aunque estos a menudo se casaban entre sí y formaban familias enteramente mágicas, la ideología de los sangre pura limpia que ha perseverado a lo largo de gran parte de la historia mágica de Europa apenas ganó muy poco terreno en América.

Probablemente, la consecuencia más importante de los juicios de Salem fue la creación del Magicongreso Único de la Sociedad América en 1693, que precede en casi un siglo a la versión nomaga, aunque todos los magos y brujas lo llaman por su abreviatura, MACUSA. Por primera vez, la comunidad mágica de Norteamérica aunó esfuerzos para crear leyes propias, estableciendo un mundo mágico dentro de un mundo nomago, al igual que existía en otros países. La primera tarea del MACUSA fue juzgar a los rastreros que habían traicionado a los de su clase. Los condenados por asesinato, tráfico de magos, tortura y toda clase de crueldades, fueron ejecutados por sus crímenes.

Algunos de los rastreros más infames escaparon de la justicia. Aunque se emitieron órdenes de arresto internacionales, consiguieron desaparecer para siempre mezclándose entre la comunidad no mágica. Algunos se casaron con nomagos y si alguno de sus hijos nacía con magia, se libraban de ellos a favor de los que no tenían magia, para poder mantener su tapadera. Los rastreros, vengativos y apartados de su gente, transmitieron a sus descendientes la convicción absoluta de que la magia era real, y que los magos y brujas debían exterminarse allí donde se encontraran.


El historiador de la magia de América Theophilus Abbot identificó a varias de esas familias: todas ellas creían ciegamente en la magia y todas sentían un profundo odio por ella. Los nomagos americanos suelen ser más desconfiados y más difíciles de engañar en lo que a magia se refiere que otras poblaciones y eso puede deberse en parte a las creencias y actividades antimagia de los descendientes de los rastreros. Esto ha supuesto considerables repercusiones legislativas para la comunidad mágica de Norteamérica.

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